La vida diaria de la campiña de Cajamarca – su paisaje, la agricultura, los rituales y relaciones sociales – no son los únicos temas que los jóvenes artistas eligen para diseñar sus cuadros. Las historias de la tradición oral cajamarquina, las leyendas y los mitos son igual de importantes en las composiciones de estos artistas, tal como es el caso de Heidi Sánchez Chang, profesora del taller de Arpillería. En Cajamarca, los duendes viven en el imaginario de las personas y no es de extrañar entonces, que los duendes aparezcan con soltura en la imaginación de Heidi.
Dos de los más interesantes trabajos de Heidi, “Los Duendes”, recrean un mundo nocturno y desconocido de atrayentes espíritus, un caballo azul y una muchacha voladora. Sobre un paisaje de cavernas fucsias, rojas y azules, un cielo oscuro se cierra sobre árboles violetas con hojas lilas. Encima, vemos la figura de una chica volando con sus dos trenzas por el cielo, mirando hacia fuera del cuadro. Debajo de ella, se ven cuatro duendes reunidos alrededor de una fogata a cielo abierto, tratando de mantenerse calientes. Los duendes tienen ponchos de color tierra y hacen un gesto como saludando a los espectadores, lo que los hace parecer más humanos y menos demoníacos.
Para mí, no son los duendes los que me llaman la atención sino aquella muchacha de trenzas voladoras. Ella es talvez la soñadora simbólica, ella misma sin peso y capaz de ver todo incluso en la más oscuras de las noches. Sólo ella tiene el poder de entrar en mundo soñado y observar silenciosamente a los juguetones espíritus de la noche y la naturaleza. La multitud de tonos azules y violetas ayudan a crear una visión hipnótica de una leyenda tan real como inocente. Esos dos trabajos de Heidi Sánchez cuelgan en la pared encima de mi cama, quizás con la esperanza de que mis propios sueños – como en el arte – puedan traspasar los límites de lo cotidiano.
Antropóloga,
Estudiante de doctorado en la New School of Social Research
Nueva York.
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