Nuestros talleres cobran vida por las tardes, cuando los pequeños artistas llegan a pintar o a realizar trabajos en arpillería. Es un ritual que se inicia buscando el lugar más cómodo para pintar, cuando preparan sus materiales y los disponen ordenadamente para iniciar una nueva creación o simplemente, terminar la que quedo inconclusa. Conversan y ríen mientras bocetean o simplemente van aplicando el color con sus pinceles hasta concluir su nueva obra. Este ritual concluye a las 6 de la tarde, cuando regresan a sus casas. Antes de salir del taller, ordenan sus cosas, limpian sus materiales, guardan sus utensilios, y barren el taller con el mismo entusiasmo con que llegaron y contentos de haber aprendido arte entre amigos.
Los niños no están obligados a asistir al taller todos los días: vienen en sus ratos libre, cuando sienten ganas, sin exigencias ni presiones. Llegan libremente luego de haber cumplido con sus tareas escolares o con las de sus hogares. Respetamos sus tiempos, sus espacios y sabemos que cuando llegan, nuestros talleres se inundan de su alegría permanente y de los colores que sólo ellos saben combinar.
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